Rivales by Vi Keeland

Rivales by Vi Keeland

autor:Vi Keeland [Keeland, Vi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-07-13T00:00:00+00:00


* * *

¿Recordáis la primera vez que volvisteis a casa después de salir con amigas a los quince años y encontrasteis a vuestros padres despiertos en el salón? No estabais seguras de si saludar con la mano como si nada e intentar salir por patas o si eso mismo parecería sospechoso. Pero si os sentabais en el sofá, cabía la posibilidad de que vuestros padres oliesen el alcohol o hablaseis arrastrando las palabras.

Bueno, aunque tuviera veintinueve años y Scarlett fuera mi mejor amiga y no mis padres, me sentí exactamente igual al volver al restaurante.

Había estado en la lavandería más de una hora, así que ni siquiera sabía si ella seguiría allí o no. Lo estaba, y me alivió ver que se encontraba sola.

Estaba de espaldas a mí, así que me arreglé el pelo y traté de actuar de forma normal.

—Lo siento mucho, he tardado más de lo que pensaba.

Scarlett me hizo un gesto con la mano en señal de que no me preocupara.

—Tranquila, nuestros amigos se han ido hace cinco minutos, así que he estado bien acompañada.

Me senté a su lado y me relajé un poco. «Vale, puede que mamá y papá no sospechen nada».

—Apuesto a que te mueres de hambre —⁠dije.

—Me he… —La voz de Scarlett se fue apagando mientras me miraba, y de repente abrió mucho los ojos⁠—. Ay, Dios. ¡Te has tirado a Don Testosterona!

Dudé si negarlo, pero sentí que empezaba a enrojecer.

Scarlett aplaudió.

—Casi voy a buscarte. Ese hombre tan guapo estaba cabreadísimo. Ahora me alegro de no haberlo hecho, porque lo habría pillado dándole muy buen uso a esa rabia.

Escondí la cara en las manos y negué con la cabeza.

—Creo que me he vuelto loca.

—Hombre, a mí tampoco me importaría perder la cabeza. Tu chico no tendrá ningún otro amigo cabreado, ¿no? —⁠Sonrió.

El camarero se acercó.

—¿Le pongo otro vodka con zumo de arándanos light, señorita Sterling?

Estaba a punto de decir que sí. Una buena dosis de alcohol era justo lo que necesitaba en ese momento, pero Scarlett se me adelantó.

Se inclinó y bajó la voz:

—Sean, cariño, ¿podrías traernos una botella del vino que estoy bebiendo, una de vodka y otra de esos zumos de arándanos? Llevaba un montón de tiempo sin ver a mi mejor amiga, y creo que a ambas nos vendría bien ponernos el pijama y pedir al servicio de habitaciones.

Sean asintió y sonrió.

—Les ofrezco algo mejor. ¿Por qué no suben y les mando las botellas arriba?

Scarlett se inclinó sobre la barra y le plantó un beso en la mejilla, dejando la marca característica de su pintalabios rojo.

—Adoro América. Gracias, cariño.

Le di las gracias y saqué un billete de cincuenta.

—Mándalo todo a mi habitación.

—No hace falta —respondió él, y se encogió de hombros⁠—. Los caballeros han dejado la cuenta abierta para ustedes. Han dicho que nos aseguremos de poner en su cuenta todas las bebidas y la comida que pidan.

Joder, ahora me sentía como una mierda. A pesar de eso, Scarlett y yo subimos a nuestros dormitorios y ella se cambió. Llamó a la puerta un cuarto de hora después, con un pijama de una pieza de Duck Dynasty.



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